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BRUICHLADDICH Port Carlotte

May 10, 2011

Región: Isle of Islay

Olor: madera mojada, muelle pesquero, brisa marina

Color: barniz, ¿orina?

Retomo la aventura cibernética con esta recomendación un poco peculiar. Acudo a la tienda decidido a adquirir otro ejemplar del Lagavulin 16 para mis reservas veraniegas. Encuentro el oro líquido a precio “asequible” en cierto lugar, y no es cuestión de dejar que las existencias se agoten. Sin embargo, al ir a coger la botella detecto un bonito tríptico publicitario en la estantería de al lado. Me llama la atención y lo leo. En la tienda en cuestión parecen estar promocionando la legendaria marca Bruichladdich desde hace meses. El folleto en cuestión hace referencia al nuevo producto estrella de la marca: el Port Charlotte de 46º, conmemorativo del excepcional, según dicen, malta producido en la localidad homónima allá por 1929. Las palabras de Jim Murray, dogma por otra parte, me seducen y me enamoran. Me dejo convencer y me llevo un ejemplar a casa. Aprovecho para cargar también unas pocas botellas de vino tinto para uso cotidiano y lleno el maletero con un par de cajas de cartón. En medio, reluciente, la caja metálica de diseño moderno del Bruichladdich Port Charlotte.

Llegada la ocasión, al abrir la botella el pálido color de su contenido me atemoriza un poco. Siento el olor alcohólico a distancia, así que lo dejo reposar unos instantes. El sabor no me sorprende: Jim Murray estaba en lo cierto. Me encanta el gusto a turba, pero la exageración me supera. Resoplo. Decido dejarlo reposar un poco más y me enciendo un cigarrillo sin prisa.

Cuando vuelvo a echarle el ojo, me encuentro el vaso totalmente empañado. El hielo, aunque español, ha hecho su trabajo. La situación ha mejorado considerablemente y siento un relativo placer. El extremo picor inicial se divide ahora en múltiples aromas: regaliz, cola, ¡vainilla picante! El sabor es agradable y muuuuy alargado, ligeramente picante aun pasados unos minutos. Permanece el aroma a mar. La decepción inicial se desvanece.

Mis sensaciones:

Llega el esperado verano y el calor acecha. Pero una semana más, el intrépido autónomo se ve obligado a hacer horas extra y trabajar durante el fin de semana. El niño recién nacido ya casi anda, y la mujer resignada asume que quizá este año tampoco toquen vacaciones. Termina el caluroso domingo sin pena ni gloria, y aunque el sol todavía planea en el horizonte, las primeras luces de las ventanas avisan de que, demasiado pronto, otra vez será lunes. Indiscretamente, los vecinos anuncian a voces su regreso a casa tras pasar el día en la playa. Se escuchan gritos de un indeterminado número de niños, pisadas sobre un rellano lleno de arena y de fondo… un potente olor a sal de mar y crema solar impregnada en piel humana. El intrépido autónomo termina su copa y antes de ir a dormir se fija un objetivo vital: seguir siendo feliz.